1.- La poesía romántica. En la primera mitad del siglo XIX la poesía refleja el cambio de la mentalidad neoclásica a la romántica (visible en poetas como Alberto Lista o José Quintana). La poesía propiamente romántica triunfa a partir de los años treinta, tras la muerte de Fernando VII, difundida tanto por vía oral (recitales, tertulias, etc.), como por vía escrita, a través de periódicos y revistas, lo que demuestra el gusto de la nueva burguesía, para la que escribían los poetas, por este género. Presenta dos variantes: a) Poesía narrativa: El marco narrativo incluye descripciones, diálogos y momentos líricos y suele presentar temas de carácter histórico, legendario o puramente imaginado. Los poemas pueden ser extensos, como El moro Expósito, del Duque de Rivas, o El Diablo Mundo, de Espronceda. Pero también hay poemas breves, en los que destaca la forma del romance, que aúna el carácter popular, cierta sensación de primitivismo y un sentimiento nacionalista. Destacan los romances históricos del Duque de Rivas y los romances de Zorrilla. b) La poesía lírica: - Expresa los temas típicos del romanticismo: los sentimientos personales, la melancolía, hastío de la vida, el amor, la mujer ideal, el sentimiento religioso, la muerte…, con un tono que suele pecar de retórico y grandilocuente, lo que le resta sinceridad. - Incluye una escenografía típicamente romántica: lugares solitarios, cementerios ruinas, la noche, la luna o una naturaleza desbordada (el mar embravecido, tempestades, etc.). - Formalmente se caracteriza por la mezcla de géneros y la polimetría para reflejar la libertad creadora del poeta, un ejemplo de lo cual es el empleo de la “escala métrica”, que consiste en aumentar o disminuir gradualmente la medida del verso a lo largo del poema. Conforme avanza el siglo aparecen, además de la poesía romántica, otras dos corrientes: una de carácter ecléctico, con simpatías neoclásicas (Hartzenbusch) y otra que abre el camino a la poesía realista (Campoamor). En la segunda mitad, coincidiendo con el periodo realista, la poesía se adapta a los gustos de la mentalidad burguesa dominante: poesía moralizante, que exalta los valores de la famita y de la religión y condena lo que implique desorden o inseguridad. Presenta tres tendencias fundamentales: a) La poesía de Campoamor, de tono realista, antirretórico, con un lenguaje prosaico y un concepto eminentemente pragmático de la vida. b) La poesía realista grandilocuente de Nuñez de Arce, emparentada con el neoclasicismo, con temas de carácter cívico y de gran perfección formal. c) La poesía intimista posromántica, representada por Bécquer y Rosalía de Castro, que supone una superación del romanticismo más retórico mediante la condensación y la simplificación formal. Se trata de una poesía que pretende sugerir con las palabras, las imágenes y los símbolos ideas difíciles de expresar. En los últimos años del siglo aparece ya una poesía colorista que podríamos calificar de premodernista, en la que cobra importancia el color y la musicalidad con temas típicamente modernistas como príncipes y princesas blancas y rubias, ambientes exóticos, referencias a las drogas (morfina) los sueños, etc… y con un lenguaje sonoro y brillante. 2.- Gustavo Adolfo Bécquer Bécquer, romántico tardío, sigue el modelo de inspiración germánica, más delicado, íntimo y sosegado que el de los poetas de la primera etapa. Nacido en Sevilla en 1836, pasó casi toda su vida en Madrid, en donde contrajo un matrimonio poco feliz y que no duró mucho. Desempeñó trabajos burocráticos y ejerció el periodismo. Tras penosos avatares, murió prematuramente en 1870. Bécquer cultivó con igual fortuna la prosa (Leyendas) y el verso (Rimas) y es autor de algunas obras de teatro, de una Historia de los templos de España, de las Cartas literarias a una mujer y las Cartas desde mi celda, escritas durante su retiro en el monasterio de Veruela. Las 87 rimasfueron apareciendo en la prensa entre 1859 y 1868. Su autor las reunió en un manuscrito que desapareció, lo que le obligó a recomponerlas en un libro que tituló Libro de los gorriones, que sirvió para que sus amigos publicaran por primera vez las Rimas en 1871, una vez muerto el escritor.