El fin de la acción es el bien y el bien humano es la felicidad. Aristóteles decía “vivir bien y actuar bien es lo mismo que ser feliz”.Pero cada persona entiende la felicidad de una manera diferente, para muchos es la riqueza, para otros la salud o pasarlo bien, pero según Aristóteles todo lo nombrado anteriormente no es el fin (la felicidad) sino los medios para llegar a ella.Para Aristóteles el placer acompaña normalmente a la acción correcta, aunque no siempre es así, y la felicidad incluye una cierta proyección con la vida futura y tras la muerte.Por ejemplo los estoicos discrepaban de esta opinión de felicidad y para ellos la felicidad residía en hacer lo que se debe, independientemente de si esto provocara placer o dolor.Aristóteles agrupa las respuestas en torno a la felicidad y lo hace diferenciando entre tres tipos de vida diferentes: la vida placentera, la vida política y la vida contemplativa. La vida placentera es impropia del hombre libre y racional. La vida política es propia del hombre virtuoso, radica en el honor y el reconocimiento social. El que busca la estima pública busca convencerse a sí mismo de que es bueno, y en realidad, lo que valora es la virtud. En cuanto a la vida contemplativa es propia del filósofo y busca la sabiduría: la contemplación de las cosas eternas y divinas.Aristóteles también menciona la “vida crematística”, que persigue la riqueza. Pero la riqueza es claramente un medio y no un fin.Este combate entre los diferentes tipos de vida muestra lo complejo que es el bien que se busca.Los platónicos discrepan de esta concepción del bien y defienden que el bien es algo unívoco, un universal definible.El bien ha de ser la causa final, aquello que justifica lo que se hace (ha de ser la finalidad de la acción).También ha de ser perfecto. Aristóteles llamaba perfecto a lo que se elige por sí mismo y no en función de otra cosa. Hay que investigar si hay un solo fin en sí mismo, y elegir, si hay varios, el más perfecto.Finalmente ha de ser autosuficiente, que se baste por sí mismo y no necesite de otra cosa.Todos estos rasgos forman la felicidad que es el único bien que por sí solo hace deseable la vida.Aristóteles introduce en este punto un elemento importantísimo en su ética: la consideración de la función propia del hombre, su érgon.El hombre es un ser vivo, y como todo ser vivo tiene una actividad que le es propia. Llevando a cabo esa actividad se consigue la felicidad.

Es lo que hoy en día llamaríamos “realizarse”, hacer aquello para lo que estamos diseñados para hacer. Lo propio del hombre no es, desde luego, las funciones más básicas que se llevan a término como seres vivos, porque eso lo hacen también los animales.  Lo propio del hombre es la razón, su función es una actividad racional, y no una cualquiera, sino excelente.Aristóteles formula la conexión entre virtud y felicidad. El término que emplea para hablar de virtud es areté. Pero para él la virtud no se trata en ser un buen hombre, o en tener buenas intenciones, como la humildad, a la que Aristóteles no llamaría virtud. Lo más importante es que la palabra griega se refiere a una condición objetiva, mientras el término castellano se refiere a una cualidad subjetiva.Aristóteles pone condiciones a aquella actividad que es considerada el término de la felicidad;- Ha de ser una actividad del alma que se realice de modo continuado (toda la vida).- Se trata de algo que no se posee (como un libro), sino una actividad que se pone en práctica (leer).- Se trata de una actividad placentera. Aunque el placer no sea el bien supremo este está ligado al ejercicio de la racionalidad y por lo tanto a la vida feliz.Una cuestión importante es la dependencia de la felicidad y la virtud de las condiciones externas:La felicidad no es la mera posesión de la virtud, sino su ejercicio, por lo tanto está sujeta a los vaivenes de la fortuna.El hombre virtuoso alcanza la felicidad en las circunstancias cambiantes de la vida, aunque la felicidad puede deteriorarse si las desgracias son muy importantes.El hombre feliz nunca será desgraciado, porque podrá afrontar con serenidad los infortunios, tampoco será siempre dichoso pero afrontará mejor los infortunios que el hombre no virtuoso.La vida feliz para el individuo sería la vida contemplativa, dedicada a la sabiduría que es la actividad más excelente que puede realizar el ser humano y para la sociedad la mejor sería la política en la que se deben atender a los asuntos humanos.Su conclusión será que es imposible dedicarse de manera exclusiva a la sabiduría y hemos de alternarla con la dedicación a los asuntos humanos (vida política).