La educación ambiental se revela como el instrumento fundamental para contribuir a ese reto ineludible:
conseguir que la naturaleza vuelva a formar parte de nuestras vidas.
Dos enfoques de educación medioambiental:
- El aprendizaje sobre biodiversidad puede a la vez convertirse en un proceso recreativo (lúdico), a
partir de enfoques como el de la exploración y el descubrimiento, dado el interés innato o la
afinidad del ser humano por la naturaleza y las características particulares y detalles asombrosos
que esta posee. En este sentido, como proceso educativo no formal, es posible en muy diferentes
sitios, ocasiones y para grupos de muy diversa edad.
- Otra dimensión de la relación educación-biodiversidad formal o no formal, que va más allá de
brindar conocimientos o de hacerlo desde una función recreativa. Esta es la de educar sobre el
tema de la biodiversidad, con el fin último de construir una nueva ética ambiental; es decir,
promover una ética de conservación para construir una sociedad cuyos valores se fundamentan en
el respeto a la vida en todas sus formas.
El contar con conocimientos de la materia y del problema del cambio global que nos amenaza, no ha sido
suficiente para cambiar las actitudes y el comportamiento humano.
Los humanos debemos comenzar a sentirnos verdaderamente parte de la naturaleza, aprender a respetarla
y, por ende, respetarnos a nosotros mismos. Esto sólo podrá alcanzarse mediante la educación.
La educación como proceso social y cultural abarca no solo el proceso de enseñanza aprendizaje, sino que
además, permite la interacción con otros seres humanos y con su entorno cercano que debe llevar a
formación en valores y la generación de conciencia ambiental.
Castro y Valbuena (2007) distinguen el contenido de la biodiversidad como contenido estructurante,
asociado a las diferentes dimensiones que implica su abordaje: biológica, político-económica,
sociocultural, filosófica y educativa.
La Educación medioambiental requiere de un abordaje educativo multidimensional, desde una didáctica
activa y contextualizada, apoyada en el reconocimiento de los intereses y saberes de los estudiantes,
incluyendo así sus experiencias como fuente de saber que éstos aportan a la escuela, las cuales son claves
para construir el aprendizaje científico escolar, a partir del reconocimiento de su entorno,favoreciendo las
intenciones del docente frente al aprendizaje que conllevan a la formación en actitudes que favorezcan la
conservación del ambiente.